Las cosas que no agradaron tanto a Mitxelena eran del ámbito del uso de la lengua: el no haber tomado en consideración la tradición en cuanto a ortografía, el que algunas veces recurra demasiado a arcaísmos y localismos y el que, por el afán de escapar de préstamos bien enraizados, haga uso de neologismos sin ninguna tradición.
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