Su capacidad artística y su impulso creador ejercieron la labor de nexo de unión entre los heroicos esfuerzos de los pioneros del cine vasco de principios de siglo y los cineastas que, envalentonados por el ejemplo de Ama Lur (1968), se lanzaron a rodar creando un ambiente que dio paso al nacimiento del cine vasco de los ochenta.
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